Vicent sintió un deje de tristeza al leer esa
última frase. Aunque fuera un maníaco de la limpieza y el orden, y una persona
(más bien demonio) de carácter serio, él también tenía sentimientos.
Bajó la cabeza para seguir leyendo cuando un
brazo le quitó el diario de las manos y lo lanzó al escritorio que estaba junto
a la estantería.
-¡Andrew!- se quejó Vicent- ¡Ten cuidado con
el di...!
El pelirrojo había agarrado su cara con ambas
manos y lo calló usando sus labios, besándolo profundamente con su lengua. Pero
para sorpresa de Vicent se rompió antes de lo que esperaba.
-Vamos al dormitorio ahora- jadeó Andrew. Ayudó
a Vicent a levantarse del suelo y se dirigieron hacia el lugar a trompicones,
golpeándose con las paredes mientras se besaban enfurecidamente. Cuando
llegaron se lanzaron sobre la cama. La habitación se encontraba totalmente a
oscuras aun siendo de día, ya que tanto las persianas como las cortinas estaban
echadas.
De manera impaciente se dejaron llevar por el
deseo, se desnudaron el uno al otro, repartiéndose besos por la piel desnuda
del otro. En la oscuridad del dormitorio sólo se alcanzaba a oír los jadeos de
la pareja.
-Nnnnn…- Vicent gruño al sentir los dedos de
Andrew introduciéndose en su interior. Lo abrazó por el cuello y levantó la
cadera para dejarle la tarea más fácil al pelirrojo.
Mientras lo dilataba, sus miradas se
encontraron, a pesar de la falta de luz. Cerraron los ojos y se acercaron más
el uno al otro para besarse. Sus torsos quedaron pegados y notaron cómo sus
excitaciones aumentaban al sentir sus miembros frotándose. Sin romper el beso,
Andrew agarró el muslo y el pene de Vicent y de una sola estocada entró en él.
Soltó un gemido de sorpresa por la repentina intrusión que animó al pelirrojo a
continuar.
Andrew comenzó con las embestidas mientras
masturbaba el miembro del otro, que jadeaba cada vez más fuerte en su oreja. A
medida que aumentaba la velocidad e intensidad, el crujido de la cama al
tambalearse resonaba cada vez más en la habitación. Tan fuerte eran las
embestidas que Vicent tuvo que levantar los brazos y agarrarse al cabecero para
tratar de amortiguarlas. La fuerza y resistencia de un demonio son enormes
comparadas con la de los humanos, sobre todo si el demonio estaba bien nutrido.
Unas horas más tarde los dos se encontraban
respirando rápidamente, con sus cuerpos bañados en sudor y semen repartidos por
sus torsos y parte de la cama.
-Dios…- jadeó éste.
-¿Qué, tan bien lo he hecho? Deberías estar
acostumbrado.- Andrew sonrió pícaramente mientras lo miraba a los ojos.
-Pensaba que íbamos a romper otra cama…
-Pse, por una más no pasa nada.- Pasó un brazo por encima del pecho de Vicent y se acurrucó a él antes de cerrar los ojos. El peliblanco lo besó con ternura sobre los parpados y lo acompañó en los sueños.
******************
Todo estaba
oscuro. Ni siquiera veía dónde estaba el suelo, temía dar un paso y caerse.
Trató de mirarse las manos, pero tampoco las podía ver. Es como si él mismo se
hubiese fundido con la oscuridad. Una silenciosa brisa corría a su alrededor,
por lo menos sentía, porque estaba solo. Sin embargo enseguida se fijó en un
tenue brillo que empezaba a emerger de alguna parte. El resplandor rojizo que
se hacía cada vez más fuerte. Dejó de tener frío: aquel brillo emanaba calor y
le hacía sentirse seguro, notaba cómo le envolvía con cariño.
******************
Vicent se despertó enredado en las sábanas
blancas. Buscó adormilado a Andrew pero su lado de la cama estaba vacío y frío.
Despegó la cara de la almohada y lamentó haberse dormido con las gafas. Podrían
haberse roto o doblado, y ese par le gustan mucho. Miró la hora en el reloj,
¡eran las 8:30 de la tarde! Saltó de la cama y abrió el armario para coger ropa
limpia. Al que le gustaba lucirse desnudo por la casa era a Andrew, no a él.
Recogió la ropa del suelo y cambió las
sábanas para echarlo todo a lavar. Lo dejó todo en la cesta de mimbre al lado
de la lavadora. Vio a través de la ventana el impresionante atardecer
anaranjado rojizo que daba paso a la noche. Cosas así no había en el Infierno,
ni, bueno, en su antiguo hogar. Le recordaba al resplandor rojo con el que soñó
hace un rato. Habría apostado sus diarios a que el brillo de sus sueños era
Andrew, y no era la primera vez que soñaba con él.
Salió de la habitación de la lavadora y fue a
la cocina, que estaban conectadas. De vuelta al estudio para seguir leyendo, se
fijó en post-it amarillo pegado en la
encimera de granito gris, decía:
He salido a hacer unos recados.
Cena si te apetece sin mí.
Estabas muy sexy dormido, así que
te he sacado una foto
y la he puesto de fondo de
pantalla.
XOXO, Andrew <3
Bufó medio sorprendido y avergonzado. Debería
esperar esas cosas de él, pero en vez de eso se sonrojaba e intentaba mantener
la compostura. Como aquella vez que Andrew se partió una pierna y decidió
curarse mediante el método humano y no con sus poderes de demonio, que
evidentemente es el más rápido de los dos. Todo para que Vicent le ayudara a
bañarse. O aquella otra en la que compró un par de esposas especialmente
fuertes para “jugar” en la cama. Por supuesto Vicent se negó a dejarse humillar
de esa manera, pero aun así el pelirrojo se salió con la suya aprovechando que
el peliblanco estaba dormido.
Andrew por supuesto tenía fotos de esos
momentos y más. Al igual que Vicent seguía con su tarea diaria de escribir su
diario (ahora a ordenador, aunque a veces echa de menos las plumas y la tinta
china), el otro sacaba fotos de cada momento que consideraba especiales.
En el estudio a parte del escritorio y unos
archivadores, tenía dos enormes estanterías de madera blanca. En ambas se
guardaban sus queridos diarios junto con los álbumes de fotos de Andrew. Los
más antiguos estaban amarillentos y envejecidos, pero sin daños, por el cariño
con el que los trataba. La colección pasaba de unos cuadernos de cuero y papel
amarillo hasta unas con seguro y llave para abrirlas.
Vicent se acomodó de nuevo en el suelo y
buscó en el diario de 1850 la página por la que iba. Pasó cinco hojas en la que
no ocurría nada interesante y encontró la parte que estaba buscando. Era tan
solo tres días después de lo último que había leído. La letra estaba escrita de
manera apresurada, aunque sin erratas.
Finales de Abril de, 1850:
Estimado diario, creo que es
preciso que te explique con sumo detalle lo ocurrido en la fiesta de la duquesa
Miller, creo que algo extraño se avecina.
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